3.10.2014

José María Cabal Barona, un General hecho a pulso y hazañas

Redacción Especial: 
Alberto Marino Castillo Patiño
El Periódico

El benemérito General José María Cabal, a quien se le dio por el ínclito Nariño el título de “Bayardo”, nació en la ciudad de Buga, Estado soberano del Cauca, el 27 de abril de 1770.
Miembro de una familia pudiente y de alta posición por sus virtudes domésticas y públicas, a los quince años de edad se le envió a Francia, a fin de que recibiera en las universidades de Paris una educación profesional. El joven aspirante, que gozaba de inteligencia clara, deseando servir a su Patria, escasa de hombres aptos para explotar en provecho de la sociedad las grandes riquezas naturales que contenía, se dedicó con vivo entusiasmo al estudio de las ciencias exactas, ciencias que en aquella época eran el ramo de saber que más llamaba la atención en la Nueva Granada.
Hecho Químico profundo y hábil naturalista como su sabio maestro Humberg, regresó a su tierra a los treinta y cinco años de edad, y empezó a ejercer su profesión con gran lucimiento.
Proclamada la independencia el 20 de julio del año 1810, Cabal empezó a agitar entre los suyos el espíritu revolucionario, consagrándose con vivo entusiasmo al servicio de aquella idea que debía traer la terrible tormenta que tronchó tantas existencias en flor, dando por consecuencia el triunfo de la libertad.
Tal era el ascendiente del héroe, aun a principios de la guerra, que en 1811 cuando todavía no se había estrenado en los campos de batalla, fue nombrado por los pueblos Presidente de la “Junta de las ciudades confederadas del Cauca,” y a poco primer dignatario de la “Junta revolucionaria de Popayán.”
En ejercicio de estos cargos y venciendo grandes dificultades, buscó recursos y organizó batallones a fin de hacer la guerra de Pasto en 1812; campaña en que a pesar de su brío y actividad, y el valor de sus soldados, las huestes españolas lo vencieron, quedando los valles del Cauca ocupados por las fuerzas del Virrey Sámano.
Esta circunstancia lo obligó ir a Cundinamarca el año de 1813, en compañía de otros patriotas, con el propósito de buscar nuevos recursos para volver al sur a continuar la guerra contra los implacables enemigos de la República.
Afortunadamente para Cabal, el General Nariño, preparaba a la sazón su expedición sobre el Cauca, y a ella se unió gustoso el valeroso adalid, deseando morir por la Patria o vivir en la libertad. Intrépido como pocos en el combate, estuvo tan brioso en la batalla de Palacé, 30 de diciembre del año citado, que llenó de asombro a los suyos y de terror a los españoles, dando la victoria a los independientes, merced a la brillante ejecución de una carga a la bayoneta, en que el enemigo quedó diezmado, poniéndose en vergonzosa retirada.
Tal comportamiento le fue recompensado con el coronelato, estando a la altura de su puesto el 15 de enero del año de 1814 en la gloriosa jornada de Calibío, en la cual, como en Palacé, hizo dar a sus soldados, yendo él a la cabeza, furibundas cargas de arma blanca que dieron por resultado el triunfo.
En la expedición que Nariño verificó de Popayán hacia Pasto, encomendó el mando de la vanguardia a Cabal; el 9 de mayo, Cabal, que tenía corazón de espartano, acabó de llenar de gloria su nombre en la ruda batalla de Tacines, sereno unas veces, impetuoso otras, cumpliendo prodigiosamente las órdenes del General en jefe, aquel hombre se multiplicaba, queriendo hacer por sí solo las veces de una legión. Perdido Nariño al día siguiente en el Ejido de Pasto (campiña) -nuestro p
rócer, a quien no amilanaba la magnitud de los contratiempos, pudo, en compañía de unos diez oficiales y con unos pocos soldados, oponerse a la feroz persecución que le hicieron los realistas y regresar a Popayán.
Debido a esto, en 1815 el Gobierno de la Unión organizó otra expedición sobre el sur, dando a Cabal, con el título de General, el mando de ella en atención a su valor, su inteligencia como militar experto y a los servicios que había prestado con ejército de Cundinamarca y del Cauca, dio el 8 de abril de 1815 el sangriento combate del “Palo”, contra fuerzas superiores en número, capitaneadas por el intrépido Vidarrausaga, haciendo pelear sus tropas cuerpo a cuerpo hasta que obtuvo la más espléndida victoria.
Este triunfo puso en gran peligro el poder de los realistas en el sur, quienes, dando al suceso la importancia que se merecía, obligaron al español Montes, que gobernaba a la sazón la Capitanía de Quito, a enviar a Sámano una división de dos mil hombres para que obrara sobre los valles del Cauca, a tiempo en que estos lugares eran amenazados por infinidad de guerrillas de criollos y algunos cuerpos de españoles, comandados por el asesino Wartela.
Era ya el año de 1816, desgraciado para la Patria, y Cabal, creyendo grave la situación, ocupó a Popayán e hizo allí una “Junta de patriotas,” a fin de poner a los libres al corriente del peligroso estado en que estaban, rodeados por todas partes de enemigos y sin mayores recursos para continuar la guerra. La Junta, contrariando las indicaciones del Jefe de las fuerzas patriotas, entre varios partidos que se le propusieron, optó porque se combatiera al enemigo donde quiera que se hallara. Cabal, que no era de esta opinión y que no quería asumir la responsabilidad de sujetar a la muerte las tropas que se le habían confiado, renunció el mando del ejército y se retiró por el momento del servicio. El Coronel Liborio Mejía, que había estado en la reunión demasiado vehemente, tomó el mando de la fuerza republicana, y deseoso de combatir, dio, en compañía del bizarro- (gallardo)- Rafael Cuervo, la batalla de la “Cuchilla del Tambo”, 29 de junio de 1816, en la que a pesar del brío-(carácter)- de aquellos dos atletas y del arrojo de sus soldados, quedó completamente vencida la legión patriota.
Cabal fue víctima de esta derrota; preso poco después de ella, se le llevó a Bogotá y se le encerró en un calabozo, Morillo lo hizo pasar por las armas y lo fusilaron el 19 de agosto de 1816.

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