12.21.2015

Quema de pólvora en diciembre y año nuevo: ¿festejo, costumbre, despilfarro de dinero o falta de cultura ciudadana?

Redacción Especial
Alberto Marino Castillo Patiño
El Periódico

Sólo hace falta que llegue diciembre para que las personas empiecen a prender las mechas, ver cómo se estallan en el cielo y muchas veces, exponerse a quemar partes importantes de su cuerpo; cada fin de año se pone de manifiesto el alto índice de personas quemadas por el efecto de la manipulación indebida de la pólvora, siendo en la mayoría de los casos,  los niños los más afectados por la irresponsabilidad de los adultos en la quema y manipulación de estos elementos, sin prever que a poca distancia se encuentran inocentes y quienes resultan lesionados por ello.
El número de personas que han sufrido accidentes por pólvora en lo corrido de las celebraciones de fin de año, pone en alerta las autoridades en el territorio colombiano.
En el caso de Guadalajara de Buga, el Secretario de Salud, Fernando López, informó que durante la Noche de las Velitas, en este municipio dos personas, entre ellas un menor de edad, resultaron con quemaduras, una con pólvora y otra con parafina.
Uno de los afectados, que fue atendido en el Hospital San José de esa ciudad, es un menor de 14 años, que según el reporte médico, presentó quemaduras de segundo grado en el brazo izquierdo cuando al parecer manipulaba un tronante.
El segundo caso corresponde a una mujer de 24 años de edad, quien sufrió quemaduras de primer grado en una de sus extremidades inferiores provocadas con parafina, al parecer la joven golpeó un farol encendido.
El equipo investigativo del Semanario El Periódico realizó una investigación en cuanto al valor de cada elemento explosivo que se comercializa en esta temporada de fin de año, y logró establecer lo siguiente:

•Una “Culebra” tiene un valor de     $25.000 pesos.
•La docena de “Voladores” $20.000
•Una “Sapa” o “Tumba Ranchos” tiene    
 un valor de $3.000 a $5.000.
•La docena de “Tronantes” cuesta en   
tre $5.000 y $ 8.000 pesos.
•La unidad de “Rosetas” cuesta entre  
$500 y 800 pesos.
•El paquete de “Chispitas” está por el   
orden de $10.000 y $18.000 pesos.
•Un “Volcán grande” puede costar $ 
10.000 pesos. 
•La decena de pequeños oscila entre 
$7.000 y $9.000 pesos.

Cada uno de estos elementos, los más comercializados, tarda entre 5 y 20 segundos en detonar, el que más dura es la “Culebra” por su longitud, pero no supera los 20 segundos, indican quienes suelen festejar con dichos artefactos.
Ahí están las caras quemadas, los niños de poca edad envueltos en vendas, recostados en la cama de un hospital, las amputaciones de extremidades por cuenta de la gravedad de las quemaduras, etc. Y nada, parecemos ciegos ante esta realidad; la pólvora se sigue vendiendo por doquier en el llamado mercado negro y se sigue prendiendo en las calles sin que exista el mínimo respeto por la salud e integridad física de los semejantes, a pesar del control por parte de las autoridades de salud pública y de policía, quienes por fortuna en el caso de Buga, han venido operando con sentido humanitario; pero  en algunas personas puede más la intolerancia al punto de parecer se notaran ciegos y sordos ante esta nefasta realidad que deben afrontar, en especial los menores de edad, quienes sin condición propia del manejo de su voluntad, acceden con facilidad a estos elementos detonantes, causándose serias y comprometedoras lesiones en el cuerpo, unido a la ingesta en muchas ocasiones de estos elementos como los llamados “Diablitos”, cuya pólvora blanca ha causado hasta la muerte.
El caso como ejemplo de una realidad, es el de la menor trasladada de Soacha a Bogotá, quien murió por el consumo de pólvora. El informe de Medicina Legal arroja una situación de intoxicación por fósforo blanco que está relacionado con pólvora”, afirmó Mauricio Bustamante, Secretario de salud del distrito Capital. Los familiares tratan de establecer cómo fue que la niña consumió el fósforo blanco, el reporte de las víctimas por la pólvora no sólo son por quemaduras, también por ingerir sustancias tóxicas.
Las campañas sí han servido, por supuesto. Las cifras entregadas por la secretaria de salud municipal muestran que, por ejemplo en Buga, pese a fluctuar un tanto el número de quemados por año, la tendencia es a la baja, con sólo dos casos reportados. 

Las autoridades tratan 
de usar slogan llamativos 
para que las personas se convenzan de no cometer esta conducta: “no te 
tires la Navidad”, o “la 
pólvora no es juego de 
niños”,  “Haber quemado 
pólvora todavía me duele, 
la pólvora sólo deja malos 
recuerdos” como reza 
la campaña que  
antesalando esta época de fin de año puso en 
funcionamiento la 
administración Suarez 
Vargas, con el 
acompañamiento de 
la secretaría de salud 
y el Benemérito Cuerpo 
de Bomberos Voluntarios.

El Gobierno local entiende cuáles son las causas de las quemaduras, aunque a juicio del Instituto Nacional de Salud son tres: la disponibilidad del material, la falta de conocimiento frente a la peligrosidad de incluso la categoría 1 de los juegos pirotécnicos, que pueden encender ropas y quemar un cuerpo entero; y finalmente, la falta de distancia a la hora de manipularlos, guardando incluso algunos en los bolsillos. Y entendiendo esto, se hacen campañas. Tienen un impacto fuerte, no hay que negarlo; sin embargo, aún no calan en la generalidad de las personas. Esto por, nuevamente, la cultura que existe alrededor de la pólvora y la relación inescindible que los colombianos le atribuyen con la celebración de las fiestas de fin de año.
“Estos casos a más de poner en riesgo la vida y la salud de muchas personas, generan un impacto negativo en lo referente al Sistema General de Participaciones SGP, todo ello por cuanto el aseguramiento de los pacientes atendidos por la red pública a causa de quemaduras con pólvora conllevan a un alto costo en el sistema; es así como una atención inicial en urgencias oscila entre $300.000 y $2.000.000 de pesos (valoración, curación, valoración por especialistas de acuerdo al área comprometida en el paciente)”, indicó el Secretario de salud en Buga, Fernando León López, quien previamente obtuvo la información del auditor médico del Hospital San José y de Comfandi; “en el caso de una amputación de falange por quemadura severa por pólvora, los valores varían: $2.000.000 a $8.000.000 de pesos, entendiendo que en Buga no existe clínica o centro asistencial de la red pública o privada con pabellón para quemados con pólvora, y esto conlleva a que el paciente deba ser trasladado a un centro de mayor complejidad y que cuente con pabellón de quemados por este concepto, generando un costo mayor al sistema público, dado que la mayoría de lesionados sólo cuentan con el régimen subsidiado en salud”, expresó el funcionario de salud municipal consultado por el equipo investigativo del Periódico.
Existen casos donde el paciente al ser trasladado a otra ciudad, la red pública debe asumir los costos por la asistencia del paciente que en muchos casos supera los $700.000 diarios, sin contar con los gastos de los familiares por el acompañamiento, y que estos dineros salen del bolsillo de ellos mismos, por cuanto la red pública no puede ni debe asumir tales costos.  

Valores estos asumiendo que sean casos muy leves y no complejos, sin contar con los efectos colaterales para las víctimas de llegar a perder una extremidad, una cornea del ojo, quedar cicatrizado donde se le produjo la lesión, afectaciones en el rostro, y en el caso del consumo de la pólvora las condiciones patológicas perdurarán en los órganos internos.   
Para estas conductas demasiado interiorizadas existen remedios. De acuerdo con algunos expertos en el tema de cumplimiento de normas, es posible que una sanción social, igualmente generalizada, sirva para contrarrestar una conducta como la que mencionamos. El rechazo social a la práctica, entonces, se hace necesario. 

A la par de la ayuda gubernamental, viene el cuestionamiento interno de los colombianos que están en desacuerdo con esta práctica, y que podría servir como aliciente para que se abandone la costumbre. ¿Optimismo de nuestra parte? Sí, claro. Pero el uso de medidas de sanción alternativas ha rendido sus frutos en el pasado. ¿Por qué no intentarlo ahora? Es una pregunta que elevamos a la ciudadanía, en general, y también a los gobiernos locales.

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