1.12.2016

Una dama de oro que se metió en el corazón de los bugueños

Redacción especial
Alberto marino Castillo Patiño
El Periódico

María Ligia Guzmán, casada con el señor Marco María Jiménez, nacida en Guadalajara de Buga- Valle, el 15 de noviembre de 1.928; es la cuarta de 6 hermanos, hija de los bugueños ya fallecidos Susana Aragón y Emilio Quintero, sobrina del Doctor Alonso Aragón Quintero.

Descendiente de una familia pujante y trabajadores, adelantaron estudios en la Normal de Cartago – Valle; así por ejemplo la señora Nelly, hermana de María Ligia, fue una ilustre para Cartago, pues ejecutó obras de relevancia para esta localidad al norte del Valle como fue el primer cementerio Católico; creadora también de la feria Artesanal muy famosa en Colombia.
Sobrina del jurista Ramiro Bejarano, María Ligia una mujer dedicada al hogar con sus 4 hijos: Gustavo - abogado; Freddy - agrónomo; Rodrigo  -odontólogo y Oscar - empresario.
Por espacio de 50 años, doña Ligia tuvo un almacén Avicola cuya razón social fue “La Central de pollos”, en un sitio emblemático del centro de Guadalajara de Buga de la calle 8 carrera 14 esquina, donde pagaba arriendo. Dado la cercanía con el edificio de la alcaldía municipal y del directorio liberal municipal, unido a la amistad que tuvo con el doctor Carlos H. Morales y su parentesco con  el Doctor Alonso Aragón Quintero, le picó el bicho de la política haciendo parte del grupo mayoritario que en esa época tenía su partido político en la Ciudad Señora.
Recuerda doña Ligia que en la época marcaba la pauta de concejales el partido Liberal, toda vez que en esta ciudad siempre mantuvo el fervor de este partido político, mientras que el conservatismo era minoritario; entre sus ligeros recuerdos indicó que vivía en frente de la vivienda del doctor Carlos H. Morales y en época preelectoral era en su casa de la Central de pollos, donde se organizaba todo, desde la pegada de los afiches, la instalada de los pasacalles, las banderas rojas para los vehículos y las bicicletas que en ese tiempo abundaban como el masivo medio de transporte de la gente; organizar las papeletas que introducían por las puertas de las casas y entregaban a sus adeptos políticos, era una verdadera fiesta de la democracia, no existían esas bajezas que hoy se profesan donde unos critican a los oponentes y hasta le esculcan la vida personal y familiar para derribarlo con argumentos mezquinos; lo que se registraba en esa época era una verdadera política con altura, con respeto hacia los demás oponentes, sin ni siquiera atentar contra la vida de las personas, era elegante precisa doña Ligia.
El día de las elecciones, un grupo de mujeres y jóvenes preparaban los Sándwich, otro grupo preparaba el engrudo a base de harina de yuca, un pegamento tan fuerte que se adhería a las paredes y al retirarlo se desprendía la capa de pintura con rasgos de las paredes; los jóvenes principiantes se encargaban de organizar paquetes de papeletas y por  cuerpos colegiados, de recordar que el mismo día de elecciones se vota por Concejo municipal, Asamblea departamental, alcalde municipal y Congreso de la Republica; de ahí que los paquetes iban ya organizados con las respectivas papeletas de los candidatos del partido Liberal, y “ojo con eso, porque no podemos permitir que nos metan gato por liebre o haya infiltrados”, decía doña Ligia a la gente que colaboraba desinteresadamente con la causa política.
Doña Ligia empieza su camino participativo, ocupando una curul en el Concejo municipal de Guadalajara de Buga, siendo la primera mujer que llega a este logro en la Ciudad Señora; “Éramos Concejales a honoris causa, donde no cobrábamos ni un solo centavo por nuestro trabajo, tampoco estábamos detrás de los chanchullos políticos ni a la espera de cuadrar con el alcalde de turno unas dadivas para que se le aprobaran proyectos… ¡no señor!, era una época de mucha transparencia, pues ejercíamos como concejales después de cumplir nuestros horarios laborales, y nos daban altas horas de la noche sesionando, pero lo hacíamos con gusto, con cariño y mucho compromiso por nuestra ciudad”, indicó doña Ligia en dialogo exclusivo con la redacción del Semanario El Periódico.
Una mujer de temperamento fuerte, altiva, con un tono de voz muy alto como de mando, de mirada fija, expresión fuerte; pero de una gran nobleza, de gran sentido de pertenencia por su ciudad, una mujer muy humilde, a quien le tocó luchar en la vida para sacar adelante su familia; como legado a sus hijos y la descendencia de familia, les deja una gran enseñanza la cual ellos ponen en práctica y es la humildad, el respeto hacia los demás, la prudencia, seriedad y responsabilidad en los compromisos adquiridos, y sobre todo andar de frente y no saquear el erario público si ocupan cargos de esa índole, y de veras que los han tenido muy en cuenta.
A doña Ligia la administración del Magister Jhon Harold Suarez Vargas le hizo un reconocimiento por su gran gestión en defensa de las comunidades, por su sentido empresarial, reconocimiento que fue bien recibido por la homenajeada dama quien en durante la intervención no vaciló ni un instante para clamar como lo hizo en múltiples ocasiones en la plaza pública, “Viva….Viva…Viva el partido Liberal”.
Católica, creyente en un Dios celestial, pero ante todo, un Dios que está en cada uno de nosotros, de sus semejantes, porque para ella hacer el bien sin mirar a quien es la mejor muestra de fe en Dios.
Como un gran reconocimiento que se le hiciera por su compromiso con la ciudad, en el obelisco del parque Santa Bárbara hay una placa con su nombre, la cual se conserva aún con las remodelaciones que le han hecho a este escenario.
Empeñó su palabra como mejor prenda de garantía, no gustó nunca de tener deudas o que le fueran a cobrar a su negocio o a su casa, siempre fue muy cumplidora de sus obligaciones.
Recuerda que utilizó las influencias políticas única y exclusivamente para que se le otorgaran unas becas a unos jóvenes bugueños para que adelantaran estudios universitarios, manifiesta que si se le presentara nuevamente esta oportunidad, lo volvería hacer con mucho gusto y no le temblaría la voz para pedirle al gobernante de turno en aras de brindarle mejorestar a su comunidad bugueña. 

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