8.12.2014

Templo Nuestra Señora de la Merced

Redacción especial: 
Alberto Marino Castillo Patiño
El Periódico

Construido inicialmente como capilla, resultó muy afectada tras el terremoto del 9 de julio de 1766 y después de la demolición de la ermita en 1918, se trasladan allí los enseres de aquella. El levantamiento del actual templo inicia en 1951. Los capuchinos se trasladan en 1955 y el 31 de agosto de 1967 se transforma en parroquia. Después que la comunidad capuchina emigra para Pasto en 1999, se ordena la supresión de la parroquia en el año 2000, dignidad que le es restituida en 2008.
El primer templo correspondía a una capilla similar a los de su época como San Francisco, aunque no podamos precisar la fecha de su construcción inicial, “se cree que fue la misma capilla de Nuestra Señora de Santa Lucía, que contaba con su cofradía”; constaba de tres naves, cinco nichos y la cruz misionera en el frontis. La orden capuchina llegó al templo de San Francisco mediando la autorización del obispo de Cali y se instaló allí el 24 de febrero de 1944, permaneciendo en éste hasta al 11 de diciembre de 1955, cuando se trasladan al convento de La Merced. Para el nuevo templo, el maestro ebanista Bernardo Herrera, fue quien armó el altar y las puertas, misma persona que junto con el maestro Isidro Ochoa, confeccionaron los altares y puertas de la Basílica. 
Como queda dicho, al actual templo y convento se traslada en 1955 la orden tercera de los franciscanos, que en Colombia y en otros países se le ha designado popularmente como Capuchinos, por la capucha y el sayal distintivos; sin embargo, ambos nombres significan cosas distintas. La orden de los hermanos menores capuchinos fue creada por el italiano Matteo Da Bascio, en 1528, en Montefalco-Italia, quien pretendía restaurar la regla original de San Francisco de Asís, cuyo verdadero nombre era Giovanni Francesco Bernardone, creador original de los franciscanos tal vez hacia 1208 y aprobada la orden por el Papa Inocencio III en 1209. En la actualidad no existen los capuchinos como tal, pero en cambio hay tres órdenes de franciscanos, reunidas por el Papa León XIII a finales del siglo XIX: primera orden menor de frailes (varones), segunda de monjas o clarisas pobres, y tercera de laicos hombres y mujeres, que no hacen voto de celibato.
La Virgen de las Mercedes es la patrona de los cautivos desde el siglo XVII, su fiesta se celebra el 24 de septiembre con mucha pompa y regocijo por los habitantes de este barrio e incluye una solemne procesión la noche de la víspera.
En 1962 llegaron los sacerdotes maltenses cuyo primer superior fue Fray Joaquín de Malta, sucedido en el cargo por Fray Celestino de Castronovo, en 1965 y quienes se dispusieron a organizar la nueva parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, creada el Decreto Nº 19 del 31 de agosto de 1967, expedido por el obispo de la Diócesis de Buga, monseñor Julián Mendoza Guerrero. Aunque no acertamos a identificar al diseñador de los planos ni al ejecutor de la obra civil, podemos mencionar que el imponente domo o cúpula octogonal del templo recuerda el estilo románico de las basílicas italianas.
Igualmente es digno de mencionar la labor misionera de Fray Héctor Julio Muñoz, quien pereció lamentablemente en un accidente aéreo cerca de Leticia a su regreso del Brasil en 1984. Del presbítero Héctor Julio, recordamos que tenía fama como exorcista.
El 20 de octubre de 1999, ocurrió el infame asesinato del presbítero Fray Pedro Claver Ramírez (1.5), dentro del claustro a manos de un joven desquiciado. Fray Pedro Claver, oriundo del Departamento de Antioquia, era el líder del movimiento carismático y había sido presbítero en esta misma parroquia entre 1971 y 1975. Según él mismo contaba en anécdotas escuchadas por el gerente de Revista Turista, al momento de su ordenación hacia 1966, ya sabía que sería tentado por el diablo muchas veces y que tenía un enfrentamiento personal con él, razón por la que tal vez, era un reconocido exorcista y sanador espiritual. Igualmente sabía que debía venir a Guadalajara de Buga a cumplir su ministerio sacerdotal. La comunidad abandonó el establecimiento marchándose a Pasto. Mediante Decreto 413 de 2000, el obispo, monseñor Rodrigo Arango Velásquez, suprime la parroquia, anexándola a la Catedral. En estos momentos, se ofician servicios religiosos y se ha restaurado su categoría de parroquia.
Por otro lado, valga mencionar respecto de la orden de las Carmelitas Descalzas, que habían llegado a Buga el 30 de enero de 1945, a petición de la Hermana Julia de la Inmaculada (Leonor Vergara Crespo), carmelita del monasterio de Cali, instalándose provisionalmente en las residencias del señor Carlos Martínez y doña Josefina de Cabal, mientras se levantaba el convento en el que por espacio de muchos años se alojaron, anexo a la actual parroquia de El Carmelo. Siendo comunidad de clausura, de allí pasaron en 1978 a una residencia rural cedida por la familia Azcarate, adaptada y conocida como convento de Bellavista, vereda Miravalle, corregimiento de Monterrey, a 17 kilómetros del caso urbano, donde permanecieron hasta el 10 de enero de 2000. De allí pasaron por corto tiempo al convento recién desocupado de los capuchinos. Esta orden también se marchó de la ciudad hacia Popayán –según parece-, ante su inminente disolución por enfermedad y reducción del número de integrantes.
Finalmente, valga mencionar en referencia al apelativo de “El Gallinazal” con que se conoce este sector del barrio La Merced, que existen dos versiones y ambas pueden ser ciertas. La primera, que tras el templo y el convento existió un matadero público, cuyos desechos se arrojaban libremente en las orillas del río, lo que provocaba una gran concentración de gallinazos. La segunda, que en la casa ubicada diagonal al templo, que perteneció años atrás sucesivamente a las familias Echandía y Molano, entre otras, funcionó el Cabildo Municipal, cuyos ediles iban vestidos de riguroso sacoleva, asomándose a las ventanas, lo que generó entre el pueblo, gracias a la similitud, una referencia burlesca. Esta propiedad ante su avanzado deterioro, actualmente amenaza ruina.
Tanto de este sitio, como de la propiedad vecina por la calle 3ª, donde vivió el gerente de Revista Turista parte de su infancia entre 1973 y 1974, se descubrieron entierros, que eran pequeños tesoros constituidos por monedas o pertenencias que dejaban antiguos moradores, para resguardarlas y prevenir quizás los saqueos durante las numerosas  guerras  que  ha vivido  nuestro  país.  Para  ello  se  usaba  casi  cualquier  parte  de  la  casa,  pero especialmente el suelo de una habitación, cavidades abiertas en las gruesas paredes de adobe, bajo la grada inferior de las ventanas arrodilladas o en los patios, indicando la posición con un árbol determinado.
Culturalmente entierros y guacas son muy diferentes no sólo por su origen sino por su propósito. Mientras el entierro pretende ser una provisión para ser usada posteriormente por el mismo propietario, sus herederos o incluso otras personas que según se dice, puede escoger aún “después de muerto”; la guaca, de carácter necesariamente rural, no pretende ser descubierta ni siquiera perturbada, ya que son los ajuares, objetos y pertenencias que acompañan en su viaje al más allá a los indígenas fallecidos, ubicados en cementerios o territorios  sagrados  y  que  generalmente  incluyen  metales  como  el  oro.  Ambos,  entierros  y  guacas,  son descubiertos porque al parecer generan a partir de la interpretación de una variada serie de “rastros”, signos o evidencias, a manera de luces o fuego fatuo, ruidos, raps, sensaciones térmicas y presencias fantasmagóricas que son consideradas supersticiones o fenómenos parapsicológicos estudiados por esta ciencia o para otros, seudo ciencia. No obstante, parece ser que al menos en algunos casos, así trabajan los guaqueros o saqueadores de tumbas indígenas. Se cuenta incluso que las personas apegadas a estos bienes materiales quedan como encadenadas o atadas a ellas, a veces casi literalmente y por ello se menciona que “asustan” o “espantan”, formando parte del rico folclor popular colombiano de los barrios tradicionales como José María Cabal, La Merced, Santa Bárbara, San Antonio o El Molino en Guadalajara de Buga; San Antonio en Cali, La Candelaria en Bogotá y de muchos otros países como Inglaterra, Escocia, España.

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