10.27.2014

“El Palo”, una historia viviente en Buga

Redacción especial: Alberto Marino Castillo Patiño
El Periódico

Uno de los negocios con mayor tradición en Buga, sin duda alguna ha sido “El Palo”, ubicado sobre la calle 4 con carrera 1 esquina, un lugar que muchos bugueños en algún momento de su vida han visitado, ya bien sea para departir con los amigos, las novias, esposas, queridas o para comprar algo de mecato de subida o de bajada de los paseos al Rio Guadalajara. Muchas historias se han tejido allí, donde nunca se han presentado hechos de sangre qué lamentar.
Hacia el mes de Abril del año 1982 en una vieja caseta de Postobón, Amaury Restrepo, coloca un pequeño negocio donde vendía gaseosa y los fines de semana los lugareños se reunían a tertuliar y a tomarse una que otra cerveza; recuerda muy bien doña Berta Soto, esposa de Amaury, que en el lugar fungía como baño un embudo que iba a parar a un pozo séptico.  El Palo estaba al pie de una escombrera y basurero.
Hacía el año 1985, don Carlos Caicedo y la señora Lilia Gutiérrez, le compran los derechos del negocio al señor Amaury. Esta pareja comenzó a acondicionar el lugar y poco a poco va organizando una ramada con mesas y asientos de troncos de árboles; posteriormente le colocó el alcantarillado del cual se beneficiaron varias casas que estaban apostadas al pie del rio, para ese entonces el brazo del rio llegaba hasta lo que hoy es la perrera municipal o APAM; es así que con la ayuda del Concejal de la época Gerardo Moncayo, llevaron más de 330 volquetadas de los escombros que salían de la construcción del nuevo barrio Jorge Eliecer Gaitán, haciendo un relleno que llevó la corriente del rio hasta su cauce actual.

Muchas personalidades han pasado por “El Palo”, desde Generales de la República, hasta oficiales del Ejército y la Policía, políticos, alcaldes, Magistrados, artistas, periodistas,  
personalidades locales, departamentales y nacionales que se deleitaban de la música y al calor de unos buenos aguardientes, se convertía en un buen sitio para tertuliar. Además de algunas monjas que llevaban a vender bocadillos y aprovechaban su estancia en el Palo, para comerse su fiambre al calor de la música.

Durante una época tuvo el sitio muchos enemigos, en especial un funcionario que fue Secretario de gobierno durante varios periodos, que no se sabe a ciencia cierta si era por diferencias políticas, pero la verdad fue que no consiguió cerrar el negocio, que ya era una insignia para la ciudad; sólo consiguió alinderar el lugar a su más mínima expresión, ese tipo de inconvenientes llevaron a tildar el lugar que era un sitio de descanso de subversivos, pero el tiempo y la razón demostrarían lo contrario.
Don Carlos no olvida el día que el concejal Valentín Vivas, invitó a tres periodistas de la ciudad a departir un rato, los comunicadores tenían otro compromiso, pero el concejal les había pedido una suculenta chuleta de cerdo, después de tomarse unos aguardientes decidieron esperar la chuleta para no despreciar al edil; llegó el pedido y eran tres cajas con un olor inconfundible a nuestro plato típico vallecaucano, los tres periodistas decidieron llevarse la chuleta, pero al ver que eran tres cajas optaron por  empacar las dos más grandes y dejarle la más pequeña al concejal… sorpresa mayor cuando Valentín Vivas abre la caja que le habían dejado, estaba toda la carne, ellos se había llevado el arroz, las papas y el tomate.
Otra de las anécdotas que recuerda doña Aydé, la actual esposa de don Carlos, es que su hijo Isaac desde los dos años se formó como cantante y músico en “El Palo”, desde muy pequeño con las canastas de cerveza armaba tarima, columnas y batería y presentaba sus conciertos a los areneros y volqueteros. Hoy es un cantante y D.J reconocido.
Son muchas las historias por contar en este lugar inolvidable, hoy “El Palo” no se va, se transforma; la ramada desaparecerá y dará paso a la modernidad haciendo parte del entorno del nuevo parque lineal de los bugueños, con nuevos servicios y donde los amigos puedan reunirse en torno a productos naturales y de cafetería.
Finalmente, don Carlos y su esposa Aydé, sus hijos Johan, Gerardo Andrés, Nelly e Isaac, nos contaron que continuarán como siempre esperando la visita de los amigos y clientes y que un Dios se los pague a los bugueños que hicieron parte de este lugar por más de 32 años y esperan seguir dando lata por otro tanto.

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