Algunos de los sobrevivientes, testigos de la masacre de Buga, dijeron que los asesinos de las AUC justificaron los ajusticiamientos con el manido argumento de que los muertos eran
“auxiliadores de la guerrilla”
Redacción Buga
“auxiliadores de la guerrilla”
Redacción Buga
El Periódico
Por la omisión en la prestación del servicio, el Consejo de Estado condenó al Ejército Nacional por la masacre perpetrada por unos 60 paramilitares en Alaska, jurisdicción del corregimiento de La Habana, en Buga, Valle del Cauca.El fallo proferido por la Sección Tercera, hace referencia a la incursión de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) el 10 de octubre de 2001.
A plena luz del día, el grupo ilegal se movilizaba en una camioneta y en un bus de servicio público portando armamento y municiones. Al llegar a La Habana, se dividieron en tres grupos: uno se quedó en ese caserío, otro se desplazó hasta la vereda Tres Esquinas y el tercero rumbo al corregimiento de Alaska.
El informe de inteligencia policial suscrito en la época sostiene que el grupo armado "empezó a asesinar indiscriminadamente a todos los hombres que encontraba a su paso".
Otro de los apartes refiere que ocho días antes de la masacre varios pobladores observaron un grupo de entre 30 y 40 hombres con prendas de uso privativo de las Fuerzas Militares. En principio se creía que eran miembros del Ejército, pero luego se desvirtuó esa hipótesis al notar que algunos de ellos tenían botas plásticas y boinas.
Para el Consejo de Estado, las autoridades no prestaron atención a la presencia del grupo ilegal, hecho que facilitó que se perpetuara la masacre.
John Jairo Bohórquez, Alcalde de la Ciudad Señora en el momento de la masacre, dijo: “De nuevo las víctimas son campesinos humildes que sólo deseaban vivir en paz”. El Instituto Mayor Campesino (Imca), un centro educativo con fines sociales dirigido por los jesuitas, secundó las palabras de Bohórquez por medio de un comunicado público: “Las víctimas son civiles indefensos, sin ninguna filiación política o simpatía con cualquier grupo armado (…). La mayoría de las personas que fueron asesinadas eran cercanas y tenían una relación muy estrecha con los promotores sociales del Imca, que como entidad, hemos acompañado durante varios años a estas comunidades rurales y en particular a la de Alaska, donde se presentó la masacre”.
Luz Marina Carmona y otras 84 personas estuvieron reunidas en el Primer Encuentro Nacional de Tejedores y Tejedoras en Bogotá, que, palabras más, palabras menos, son las encargadas de reconstruir el tejido social desbaratado por el conflicto armado.
Por supuesto, detrás de la felicidad de cada persona hay historias aún más emblemáticas, pero al mismo tiempo más anónimas. La de Luz Marina inició el 10 de octubre del 2001, a las 3:00 de la tarde: era su día de cumpleaños, pero como una premonición, el conteo progresivo de sus años alrededor de un almuerzo que le habían preparado los vecinos en la sala de una casa diagonal a la suya, se convirtió en una desgarradora cifra en la cual estaría uno de sus hijos, Jhon Fredy y 23 personas más, asesinadas por hombres al mando de alias “HH” del bloque Calima de las AUC. La lluvia que había estado por la vereda toda la mañana, había guardado las últimas gotas, que sin saberlo, horas más tarde, rodarían en medio de la sangre y se confundirían con los gritos y sollozos de madres, esposos, hijos y amigos, en aquel ataque.
“Me acuerdo perfectamente que eran las 3:00 pasaditas de la tarde, yo estaba cumpliendo años y una vecina me hizo el almuerzo y me llamó, entonces estábamos allá y cuando terminamos de almorzar un señor dijo: -Ey, viejo, dame un cigarrillo que hace rato no me fumo uno. No lo había prendido cuando entró mi hija y me dice: -Mami, mami, venga que se metieron los paramilitares, cuando yo salí estábamos rodeados”, nos relató Luz Marina.
“Empezaron a llamar la gente: -Usted venga, así y así a todos, como si estuvieran bajando un saldo de ganado y todo el ganado que se encuentra en el camino, cogerlo y llevárselo”
Aquel día asesinaron 24 personas, y sobrevivieron a las torturas 3 de ellas. Se supo que un hombre a raíz del hecho, quedó con problemas cardiacos y murió tres años después de la masacre. Ocurrió lo que Luz Marina pensaba y pedía que nunca ocurriera en su comunidad:
“Antes habían estado en otras partes y habían matado más gente. Yo decía: Dios, líbrame de que eso ocurra acá, pero no, llegaron ese 10 de octubre a acabar con todo el mundo”.
LO DIFICIL, LO AFRONTARON LOS SOBREVIVIENTES:
“La situación se puso muy dura para todas las familias, sobre todo la parte económica porque todo se acabó. Esa zona quedó en la más absoluta soledad e impotencia, duró muchos años en el abandono del gobierno”. La Habana perdió gran parte de su motor económico, en el cual son comunes los cultivos de algodón, soya, maíz, millo, café y caña de azúcar. Sin embargo, con el liderazgo de Luz Marina, inició en esa comunidad lo que sería conocido como “El renacer de La Habana”.
“Empezamos de cero, relató Luz Marina Carmona. En otrora, esta zona era muy rica en turismo y pujante, ahora tratamos de salir adelante con lo que tenemos. Su inicio lo marca un día que nos reunimos, hicimos chocolate y un desayuno comunitario. En una integración de tantas que luego hicimos, yo les pregunté: Por qué no realizamos algo que nos resalte ante el mundo entero. Así como nos tienen identificados como zona roja y estigmatizada, por qué no resaltamos algo; ahí decidimos que resaltaríamos el agua”, cuenta. Así nació el proyecto “Los Guardianes del Agua” que en el 2015 cumplió 8 años, y es un símbolo de la resistencia que tuvo esta comunidad.