El Periódico
Solicitantes de restitución de tierras y beneficiarios de la política en el corregimiento de La Habana, municipio de Buga, Valle del Cauca, sostuvieron un conversatorio sobre paz con funcionarios de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), el Ejército Nacional, Policía Nacional, Personería Municipal y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
Víctimas de la masacre de Alaska en Buga, cometida por un grupo de 30 hombres del Bloque Calima de las AUC, armados con fusiles y vestidos con camuflado el 10 de octubre de 2001, dejó como saldo 24 muertos y desaparecidos. Los familiares de estas personas sostuvieron un diálogo con la subdirectora de la Unidad de Restitución de Tierras, Alcelis Coneo; el director territorial, Hernando Enríquez; el Coronel William Caicedo, Comandante del Batallón Palacé de Buga; el Coronel Ludwing Jaimes Riscaneo, Comandante de seguridad ciudadana del departamento del Valle; y funcionarios de la Personería y del ICBF.
El diálogo fue muy enriquecedor porque la población se sintió escuchada y atendida por la institucionalidad, despejaron dudas sobre casos particulares y participaron activamente con reflexiones sobre el primer punto del acuerdo de paz, acerca de la reforma rural integral. De este destacaron la importancia que tiene para ellos lograr que el campo recupere su estatus y así el progreso para un país en paz.
“Nosotros los campesinos esperamos del acuerdo de paz que no haya más violencia, que no haya más muertes. El campo para nosotros es vida y esperamos poder volver a trabajarlo en paz”, expresó una de las asistentes y beneficiaria de restitución de tierras, quien fue víctima de la masacre de Alaska, en donde perdió a un hermano, lo que la obligó a abandonar sus tierras.
Otra mujer que también perdió a su hermano y un sobrino que tenía discapacidad para escuchar y hablar, dijo: “Yo me siento muy feliz de volver a la tierra. Aún lloro, pero tengo la esperanza de que por fin haya paz; mis familiares exiliados en Canadá me dijeron que si se firma el acuerdo, ellos se devuelven para Colombia, porque ahí habría una paz de verdad”.
Por su parte, la Subdirectora Nacional de la URT, Alcelis Coneo, a través de un diálogo muy humano, expuso su experiencia como profesional con las víctimas del conflicto en zonas muy difíciles y alejadas. Coneo recordó el importante papel de las mujeres en la implementación de las políticas de restitución y en la construcción de paz. Durante el conversatorio, expresó: “El proceso de paz ha permitido que algunas zonas que se encontraban limitadas por temas de seguridad se puedan intervenir con tranquilidad y propiciar la restitución jurídica y material de las tierras de la población víctima del conflicto”. En esa línea, la funcionaria reconoció el papel fundamental de la Fuerza Pública para implementar las medidas de restitución de tierras y agregó: “Con la paz, al silenciar los fusiles, Colombia avanza hacia la reconciliación, reconstrucción del territorio y oportunidades para nuestros campesinos”.
Además del conversatorio de paz y tierras, la comunidad del corregimiento La Habana y sus veredas Alaska, El Placer, La Magdalena, Las Frías, Janeiro, La Piscina, El Diamante y Alto Cielo, disfrutaron de una jornada cívica militar y policial que les llevó corte de pelo, sastrería, espectáculo canino, inflables, pintucaritas y charlas de seguridad, entre otras actividades.
El Director territorial, Hernando Enríquez, hizo la aclaración de la entrega simbólica de un cheque en acrílico por valor de $1.000.000.000 que hizo la URT para la implementación de los proyectos productivos a dos beneficiarias en representación de 40 familias de distintos municipios del Valle. “Este cheque no tiene valor comercial, sólo fue un acto protocolario. La Unidad entrega los subsidios para proyectos productivos a través del Banco Agrario, en tres o cuatro desembolsos según sea el avance de cada familia y son en insumos, herramientas y animales”.
Así mismo, agregó que: “La paz que todos anhelamos está en proceso de construcción y no depende únicamente del Gobierno, depende de todos los colombianos. Seguramente nosotros no la vamos a sentir inmediatamente. El ambiente de paz que construimos lo disfrutarán nuestros hijos y las generaciones futuras, por eso nuestro deber es proveer los insumos para construir esta paz. Lo que debemos, en ese sentido, es cambiar la mentalidad que el conflicto armado nos implantó. Tenemos que pensar en el bienestar de mis vecinos, de mis familiares: tener presente que cualquier decisión que tomamos nos afecta”.